martes, 28 de mayo de 2013

NOCHE DE SAN JUAN Capítulo 13 "INCERTIDUMBRE"





INCERTIDUMBRE


Por fin un viernes saliendo puntual. No me lo podía creer.
Agosto era sin duda el mes de más trabajo, aunque julio también había tenido lo suyo, pero por extraño que fuera, este día salí a mi hora.
Me resultó extraño que Edward no estuviera ya esperándome como siempre hacía pacientemente.
A las diez en punto siempre estaba delante del escaparate, evaluaba la situación y o bien me esperaba cerca de la puerta, o si había demasiada gente, se sentaba en el banco que había en frente, cruzando la calle.
No tardaría en llegar.
Cuando ya pasaban más de diez minutos, me senté en su habitual sitio de espera.
A las diez y cuarto rebusqué en mi bolsa de adidas mi prehistórico móvil.
Yo no era muy amiga de las tecnologías como Alice, y tener un sencillo móvil que me sirviera para mantenerme en contacto me bastaba. Ella se quejaba que con un smartphone con conexión a internet nos comunicaríamos mucho mejor, pero yo ni me atrevía a pensar en ello, seguro que me volvía loca descubriendo como funcionaba.
Una vez que di con el aparato, le di a la tecla de desbloquear y… nada. Había muerto, ni siquiera recordaba cuando era la última vez que lo había usado. Hasta ahora tanto con Alice como con Edward, quedábamos ya de par de mañana o del día anterior y con eso bastaba. 
Edward estaba viajando mucho últimamente y lo había usado más, aunque esta semana en concreto casi no habíamos hablado.
Un mal presentimiento me recorrió el cuerpo. Sin móvil no tenía manera de ponerme en contacto tanto con uno, como con el otro, así que decidí irme a casa cuando ya dieron las diez y media.
En cuanto llegué a casa puse a cargar mi móvil y comprobé si Alice y Jasper estaban en casa. Nada, estaba sola.
En cuanto comenzó a cargarse empezaron a saltar los avisos de llamadas perdidas y mensajes.
Tres llamadas perdidas, dos mensajes de texto y uno de voz.
SMS
"Bella, tú móvil me da apagado o fuera de cobertura"
"Bella, no voy a poder llegar esta noche"
Y por fin el de voz
"Hola cariño —un escalofrío recorrió mi columna— han surgido complicaciones. No podré llegar para cuando salgas, y es probable que el fin de semana tampoco esté allí. Lo siento. Te llamaré."
¿Por qué tenía aquella sensación extraña tan familiar en mi cuerpo? ¿Por qué volvía a sentirme rechaza y abandonada?
El comienzo del mensaje había hecho que sintiera esas mariposas en el estómago que tenía cuando veía Edward, pero esa despedida, sin más explicaciones y con un simple ya te llamaré… Automáticamente le respondí con un simple "ok" por sms.
Quizás no había sido lo más adecuado. Debería haberle preguntado por el motivo de su ausencia y si todo estaba bien. O decirle simplemente que lo entendía y no se preocupase, pero no, estaba enfadad y ese "OK" se lo dejaría claro.
El sábado encontré a Jasper en la cocina desayunando. 
Yo no había dormido demasiado dándole vueltas a todo y me levanté tarde. Alice ya debía de llevar un par de horas trabajando.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté de una forma osca.
—Tu amiga deja que me quede aunque ella no esté. ¿Te molesta?
—Pues sí la verdad. Se me hace raro que tú estés y ella no.
—Sin embargo si estás con Edward eso no pasa.
Le mire con el ceño fruncido al escuchar su nombre. 
No pensaba rebajarme a preguntarle si sabía algo; cosa que estaba claro que sí. Si quería ya me llamaría él mismo.
Hice un desayuno almuerzo al que no invité a Jasper y me fui a dar un paseo antes de ir a trabajar, estaba de un humor de perros y él lo notó, así que me evitó todo lo que pudo.
Mi móvil estaba a plena carga por si el señorito se dignaba a llamarme. Creo que para mí era mucho mejor sentirme enfadada que triste y desolada.
Tuve tanto trabajo que tan solo pude mirar el teléfono un par de veces en toda la tarde.
Antes de darle al desbloqueo, el corazón se me aceleraba con la incertidumbre de si tendría un sms o llamada perdida de Edward, pero la decepción cuando no había nada era tan grande, que agradecí estar tan ocupada.
A las diez y media me marché para casa.
No había nadie.
Me habría gustado poder tener un rato de charla a solas con Alice, pero como siempre ella no estaba para mí. Así era siempre. Yo le consolaba y la escuchaba cuando tenía un desengaño o un mal día en el trabajo, pero ella nunca estaba disponible para hacer lo mismo conmigo. ¿Debería llamarla?
No me prestaría atención si estaba con Jasper y juraría que él no le habría dicho sobre que Edward no había vuelto, seguro.
No tenía hambre, así que cogí un simple yoghurt y me lo llevé a mi cuarto. Me di una ducha relajante y al salir escuché el sonido del móvil.
Corrí tanto que me lancé hasta la cama envuelta en la toalla y todavía chorreando sin ni siquiera pensármelo. No había vuelto a abrir el móvil. Tenía miedo de ver que siguiera vacío y mudo.
Era Edward. Mi corazón empezó a latirme en los oídos con un fuerte zumbido.
Descolgué y mi voz apenas salió en un susurro. Ya no estaba enfadada.
—¿Hola?
—¿Bella?
—Sí, soy yo.
—Creí que no querías cogerme el teléfono. Te he llamado tres veces desde las diez.
En esos momentos eran las once y media, así que supuse que una de ellas aún estaría en el trabajo y la otra en la ducha.
Me mantuve en silencio.
—¿Estás enfadada? —solo solté un sonido onomatopéyico en asentimiento— lo siento, todo está siendo una locura. No he tenido tiempo de nada de verdad, mis padres están histéricos y me lo están contagiando a mí. Llevo dos días con abogados y discutiendo con ellos.
—Pero, ¿qué ha pasado?
—Aro. Le han dado la concesión de las obras a él. Mis padres quieren que me retire, pero Bella, es mi proyecto y no hay manera de que me lo lleve conmigo y no sé si me estaré equivocando, pero quiero verlo construido y ser partícipe de ello. No quiero que nadie más lo toque. ¿Crees que hago mal?
—Edward —lo oía tan desesperado— yo no tengo ni idea de lo que deberías de hacer. Solo sigue tu instinto. Es tu sueño, tu proyecto, tú deberías de saber que es lo que debes hacer.
—Estoy tan confundido. En unas semanas todo ha cambiado tanto. Mis padres no parecen los mismos. Es como si se hubiesen trasladado al pasado. Están tristes. Y mi intuición. Mi intuición me dice que deje el proyecto y cree algo nuevo con mi padre y me olvide, pero como ya te he dicho, lo puse todo en aquella maqueta, "todo" Bella.
Me sentí fatal y una egoísta por enfadarme cuando él lo estaba pasando tan mal.
—¿Cuando vuelves?
—Todavía no lo sé. Si acepto Tendré que firmar el contrato allí, en las oficinas de Aro. El abogado de mi padre quiere revisar el contrato antes de que firme, pero Aro nos lo está poniendo difícil. No quiere intromisiones, dice que una vez que la puerta de su despacho se cierra, su empresa es impenetrable y que ningún chupatintas va a meter las narices es sus papeles, que si tengo huevos y soy un adulto yo mismo valoraré si me conviene o no firmar. Como ya te puedes imaginar mis padres han puesto el grito en el cielo y me han dicho que eso no es nada bueno, significa problemas.
—¿Entonces si firmas vuelves pronto? ¿y si no?
—Si sigo adelante, el lunes mismo estaré allí y si no, tan solo tardaré un par de días más, hasta que las aguas se calmen en casa.
Ya estaba más tranquila.
Nos despedimos hasta el domingo a la noche que me volvería a llamar con la decisión que hubiera tomado.
Puse al tanto a Alice y Jasper de lo ocurrido estando en la playa.
Nos bañamos y tomamos un poco el sol.
Yo estaba pensativa y Alice por una vez, se comportó como una verdadera amiga animándome y asegurándome que todo saldría bien. Habíamos hecho una buena cuadrilla al final. 
Pensé que pronto se cansaría de Jasper y su carácter alocado, pero parecía disfrutar de verdad con él y su mirada brillaba como nunca la había visto antes. Le gustaba más de lo que estaba dispuesta a admitir. Alice no era mujer que se expusiera demasiado con un hombre ni que dejara entrever sus sentimientos fácilmente. pero aún y todo yo lo notaba. Por Jasper sentía algo muy diferente a pesar de mi incomprensión.
La noche del domingo llegó y con ella la confirmación de que a primera hora Edward llegaría a Santa Bárbara, para al mediodía, firmar el contrato con construcciones ARVUL.
No sé por qué, en cuanto me lo dijo un escalofrío me recorrió la espalda y estuve a punto de pedirle que no lo hiciera, pero contuve mi impulso, yo no era quién para entrometerme en sus decisiones.
No lo vería hasta la noche.
Me arreglé para él y me puse un vestido de tirantes y unas sandalias de tacón que me torturaron toda la tarde. Debería haberme llevado unas chanclas para usarlas mientras trabajaba, pero no quería dejar nada allí y mi bolso era bastante pequeño, solo como para llevar el móvil y poco más.
En cuanto me vio, me abrazó y me besó como si llevara meses sin verme.
Estaba ansioso y yo un poco también.
—Vamos a tu apartamento. Mis padres han venido conmigo y necesito estar a solas contigo.
Me enseñó una bolsa de comida china que llevaba en el coche y nos fuimos para casa.
Nos metimos directamente en la habitación y después de dejar la comida en la mesa que me servía de escritorio, me desnudó y me hizo el amor con desesperación. Apenas hablamos hasta que nos metimos juntos en la ducha para  comer algo más frescos.
Nos sentamos en la cama, cada uno con sus palillos y su caja de comida.
Yo lo miraba de hito en hito, pero el parecía muy concentrado en sus fideos de arroz, aun y todo me arriesgué a preguntar.
—¿Qué tal te fue con Aro? —paró de masticar un segundo y luego tragó sin mirarme siquiera.
—Bien, supongo.
—¿Supones?
—Tuve que firmar varios documentos un tanto… particulares.
—¿En qué sentido? 
Suspiró antes de contestar dejando los restos de comida encima de la mesilla de noche. Se estiró y volvió a cruzar las piernas como las tenía mientras había estado comiendo.
—Lo primero que firmé fue un documento de confidencialidad.
—Bueno, me imagino que es normal ¿no? para proteger a la empresa y eso.
—Sí, pero este no era un documento habitual. Digamos que abarcaba más. Tenía dos partes. Luego firmé el contrato con la empresa como arquitecto y… —cerró los ojos y suspiro— en resumen, le pertenezco hasta que acaba la obra.
—¿Qué le perteneces? No eres un objeto Edward —una extraña sonrisa melancólica se instaló en su cara.
—Lo sé, pero en cuanto firmé esa "cosa" vendí mi alma al diablo.
Aquellas palabras me oprimieron el corazón. No entendía nada. Seguí interrogándolo pero enseguida me pidió que lo dejáramos, quería olvidarse por unos días del día de hoy y de lo que suponía trabajar para Aro. Me insistió en que a causa de ese peculiar papel que había firmando primero, no podía comentar ni hablar absolutamente de nada ni de los papeles firmados, ni sobre su futuro trabajo en Construcciones ARVUL.
¿Alguien puede evitar hablar de su trabajo cuando ha tenido un mal día y necesita desahogarse?
Todo esto iba a ser más complicado de lo que pensábamos en un principio.
Decidí coger su caja de comida, empujarlo para que se apoyara en el cabecero de la cama y darle de comer como si fuera un niño pequeño.
Quería mimarle y tal y como había dicho, hacer que olvidara esa mañana.
Me miró divertido por mis intenciones, pero se dejó hacer en cuanto me quité la camiseta y unté un poco de salsa de soja en mis pechos.
—Si eres un niño bueno y te lo comes todo, dejaré que te tomes el postre, si no, estarás castigado hasta mañana.
No sabía de dónde había salido esa Bella seductora, pero el brillo que apareció en los ojos, me confirmó que lo estaba haciendo bien y que le gustaba mi juego, y tengo que decir que yo también disfruté de él.
La semana transcurrió entre fiestas, alcohol y mucho sexo.
Edward estaba desenfrenado, no parecía él mismo.
Pasó todas las noches conmigo en el apartamento medio borracho y practicando sexo salvaje. Yo acabé agotada, aunque procuraba no beber como él ya que justo me levantaba para comer algo e irme a trabajar.
Sabía que era una especie de despedida del verano ya que a la semana siguiente ya comenzado Septiembre, él se incorporaría a la plantilla de Construcciones ARVUL y yo comenzaría mis vacaciones hasta que llegaran las clases.
Había evitado hablar de su futuro trabajo todos los días. Incluso ese último domingo nos animó a organizar un picnic e ir a pasar el día cerca de unos acantilados. Lo que yo no sabía era cuales eran sus intenciones. Parecía como si la adrenalina o la ansiedad lo tuvieran totalmente dopado. El mar estaba en calma. Aparcamos el coche y anduvimos hasta acercarnos a los acantilados, Edward se asomó a ellos y fue como buscando el menos alto. Una vez que decidió cuál era el que más le gustaba, se giró, nos miró y dijo:
—Siempre he hecho lo correcto, he sido un buen hijo, he seguido los consejos de mis padres… hasta ahora. Mañana comienza una nueva vida para mí, una aventura de la cual es muy posible que me arrepienta, es la primera vez que hago algo por mi cuenta desoyendo hasta a mi propio instinto, necesito hacer esto, necesito librarme de esta sensación angustiosa que llevo dentro desde que me sentencié al firmar para trabajar con Aro. Voy a lanzarme al agua desde aquí —señaló un pequeño saliente de roca— llevo queriendo hacerlo desde que mis padres compraron el apartamento y vinimos de excursión un día explorando la zona, nunca lo he hecho porque no soy de los que se arriesgan inútilmente, soy responsable —me miró ofreciendo una sonrisa burlona— casi siempre, pero hoy necesito esto.
Comenzó a quitarse los nauticos y la camiseta, quedando tan solo con las bermudas de bañador.
—Edward —supliqué con desesperación.
—Os espero abajo.
Y sin pensárselo dos veces saltó al vacío.
El grito que pegué fue ahogado por el que dio el mismo Edward mientras caía al agua.
Alice, Jasper y yo corrimos hasta el borde justo a tiempo para verlo caer al agua.
Esos microsegundos que tardó en emerger, hicieron que mi corazón casi se me saliera del pecho. Sacudió su pelo que ya había empezado a crecer de nuevo y saludó con la mano gritando lo fantástico que había sido. 
Acto seguido Jasper nos apartó, cogió carrerilla y saltó emitiendo un grito de lo más afeminado. Alice me cogió de la mano hasta que como yo, lo vio salir a flote y sin mirarme me dijo:
—Están como puñeteras cabras, yo no pienso saltar ¿y tú?
—Creo que prefiero saber como acaba el día, ya sabes que si tan solo hay una pequeña roca saliente, a esa es a la que yo iría a parar, no quiero tentar a la suerte.
Nos miramos con ojos brillantes y expresión nerviosa.
—Cojamos el coche y vayamos a por ellos.
Alice les gritó que nos esperasen en la playa que había al este de los acantilados y comenzaron a nadar hacia ella.
Los recogimos justo en el momento que llegaban a la orilla.
Yo corrí hacia él como si fuera a desaparecer como un espejismo.
El me alcanzó primero. Me cogió de la cara, me aparto el pelo y me besó con pasión.
Tenía la respiración entrecortada por el esfuerzo de nadar y tenía que coger aire para continuar con aquel beso. Apoyó la frente en la mía, acarició son sus labios el puente de mi nariz y acto seguido mirándome a los ojos dijo:
—Quiero que sepas, que eres lo mejor que me ha pasado este verano. Han ocurrido muchas cosas, pero tú has sido sin duda la mejor de ellas.
No pude remediar que los ojos me brillaran ante tal declaración.
Me quedé muda, aunque sabía que debía responder a aquello. Lo único que pasaba por mi cabeza es que amaba a ese chico, a pesar de lo extraño que había estado la última semana, no podía pensar en tener a nadie más a mi lado.
Edward se separó de mi con una mueca burlona ante mi mutismo.
—Parece que a la señorita Swan se le ha comido la lengua el gato.
Y tiró de mí para que fuésemos hasta el coche, siguiendo a unos muy abrazados Alice y Jasper, pero yo me resistí a moverme. Se giró con un gesto de confusión en la cara.
—Yo…
—¿Qué ocurre?
—Me asustaste —me abrazó, cosa que agradecí al instante— si te hubiera pasado algo…
—¡Sshhhhhs! llevo años subiendo aquí y calculando como debería saltar, he visto hacerlo a montones de chicos, y nunca ha ocurrido nada.
Agarré su cintura con fuerza y dije lo mismo que había pensado un momento antes y que no me comprometía tanto como un "te quiero" o un "te amo".
—No puedo imaginarme con alguien que no seas tú —y repitiendo lo que él me había dicho— y tú eres lo mejor que me ha pasado… en la vida. 
La sonrisa de Edward parecía querer salirse de su cara.
—Siempre un paso por delante de mí señorita Swan.
Mi reacción a su pequeña burla, fue pellizcarle un pezón con lo que le sorprendí y emitió un pequeño quejido.
—¿Jugando duro?
—Castigándole más bien por mofarse de mí "Señor Cullen" —le dije con rintintín.
Me cogió por los hombros riendo y caminamos al encuentro de nuestros amigos.
La tarde fue relajada y más parecida a las del principio del verano que a los últimos días. Edward estaba más tranquilo, estaba claro que el salto había tenido su efecto beneficioso.
Al día siguiente todo dejaría de ser perfecto, yo sería la novia de un arquitecto ocupado y malhumorado la mayoría del tiempo, y nuestra burbuja veraniega quedaría en pocos días en el olvido.



May Cullen

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